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Está en la sección: Microbiología >> Formas cocoides | ||||
Formas cocoides de Helicobacter pylori: Formas de muerte o de resistencia
Helicobacter pylori (Hp) existe en dos formas: una forma espiral cultivable y una forma cocoide. Ambas pueden encontrarse en el estómago y en el duodeno, aunque la mayoría presentan la morfología bacilar espiral. La forma cocoide prácticamente no se adhiere a las células epiteliales y, además, tampoco es capaz de inducir la producción de interleucina 8 (I). La conversión morfológica de la forma espiral a la forma cocoide se ha descrito en Hp cultivado bajo diversas condiciones adversas: aerobiosis, pH alcalino, alta temperatura, incubación prolongada, tratamiento con inhibidor de la bomba de protones o antibiótico, óxido nítrico, etc (II). Como el modo de transmisión de Hp aún se desconoce, se especula con la posibilidad de que la forma cocoide sea una forma de resistencia, capaz de soportar las condiciones adversas que encuentra Hp en el medio ambiente, y reversible a la forma espiral en el momento en que se vuelvan a dar las condiciones óptimas. Diversos resultados de distintos estudios apuntan a favor o en contra de
esta teoría.
El hecho de que cuando Hp se encuentra en cultivo durante tiempo prolongado se produzcan cambios degradativos en su composición (baja la cantidad de ADN, ARN, ATP, proteínas inmunogénicas) y cambios en las propiedades de la superficie de la membrana (aumenta la hidrofobocidad), apuntan a que la forma cocoide es manifestación de la muerte de Hp (III). Sin embargo el ADN no se encuentra fragmentado, es decir, puede teóricamente ó conservar la información genética que le da la capacidad de pasar otra vez a la forma espiral, siendo así una forma viable (IV). Aunque lo cierto es que numerosos intentos de cultivar la forma cocoide han fracasado, lo que ha llevado a denominar a la forma cocoide como "forma viable pero no cultivable" de Hp. En otros estudios, por el contrario, estas formas son viable y fácilmente cultivables (V). Quizá es un problema de metodología, ya que si se somete a
la forma cocoide a shock térmico y ácido y lo cultivamos en
medio con nutrientes adecuados, la forma cocoide pasa a espiral y puede ser
recultivada (VI). Hay que tener en cuenta que la respuesta al shock ácido
de la forma cocoide para pasar a forma espiral, puede estar alterada durante
la incubación explicando así distintos resultados experimentales
(VII). Pero quizás la respuesta al shock ácido de las formas
cocoides es distinta dependiendo del método con el que éstas
se hayan obtenido. Implicaría que puedan existir diferentes formas
cocoides. Así, pueden existir formas cocoides reversibles (estado durmiente)
o irreversibles (muerte) (VIII). En contra de esto se encuentra el hecho de
que sólo hay un proceso de degradación que lleve a la obtención
de formas cocoides sea cual sea el estímulo por el que se produzcan.
Este proceso es pasivo, no requiere síntesis proteica, por lo que parece
más bien manifestación de muerte celular (IX).
Es un proceso pasivo que consta de una serie de etapas: Algunos trabajos han tomado como referencia para decir que la forma cocoide es viable el hecho de que tenga o no la membrana intacta (I,II). Teniendo en cuenta el proceso descrito, quizás hubiera que reconsiderar la definición tomada de viabilidad. Después de todo incluso no haga falta la forma cocoide para explicar
la transmisión de Hp puesto que se ha visto que puede mantener su forma
espiral incluso 7 días a 4º C en agua mineral y que tras 28 días
incluso se ha cultivado (X).
En un estudio realizado por Dubini et al. comunican la sensibilidad de las formas cocoides a amoxicilina, eritromicina, gentamicina y metronidazol (V). Las formas cocoides no fueron inhibidas por amoxicilina, lo cual es explicado porque son formas que no se dividen. Por el contrario fueron totalmente inhibidas con eritromicina, gentamicina
y metronidazol. Esto significa que son formas que sintetizan proteínas
(afectadas por gentamicina y eritromicina) y que su ADN es activo, dado que
cuando es dañado (metronidazol) mueren. Realizado por Jose Angel García Campos, Servicio de Microbiología, Hospital Universitario de la Princesa |